La Ciudad de Buenos Aires es la zona del país con más infectados por coronavirus: hasta este martes, la cifra oficial era de 480 personas contagiadas, cifra que seguramente se incrementará cuando den a conocer los números de este miércoles. Desde que se dictó la cuarentena obligatoria el 20 de marzo, la Capital Federal quedó prácticamente desierta.
Las plazas y parques dejaron de recibir a los miles de niños y familias que disfrutaban del sol los fines de semanas y feriados; los bares y boliches dejaron de darle vida a la noche porteña, ya no son un lugar de encuentro; hasta la calle Corrientes, con sus teatros cerrados, parece haber perdido su identidad.
Y no sólo la ciudad cambió, sino también quienes la habitan. La rutina de los porteños se vio indefectiblemente modificada por el aislamiento obligatorio. Vía Buenos Aires entrevistó por una lado a Florencia y a su familia, que pasan juntos la cuarentena en su casa de Caballito, y por otro a Cecilia, una joven oriunda del interior que vive sola en un departamento de Palermo.
Florencia trabaja como administrativa en un sanatorio privado, y vive con sus padres y su hijo, quien queda a cargo de los abuelos cuando ella se ve obligada a salir. "No hago la misma cuarentena que el resto, pero algunos días trabajo desde casa y otros en el hospital de manera presencial".
Para ella, los cuidados al volver a casa son extremos, ya que sus padres son pacientes de riesgo. "Ellos son los que más sienten la cuarentena, sobre todo mi papá, que no puede ir a trabajar y ya quiere volver salir", cuenta Flor, que asegura no haber cambiado demasiado sus hábitos personales, aunque confiesa que la familia pasa más tiempo unida. "Tenemos más horas juntos entonces charlamos más, vemos alguna película".
La rutina del pequeño Vito también cambió, aunque todavía es chiquito para entender del todo qué sucede. "Al tener 3 años, no tiene tantas tareas pedidas por sus señoritas del jardín, pero tratamos de estimularlo con rutinas de gimnasia, tratando de que reconozca las letras y que empieza a escribir", cuenta la joven, y agrega: "Jugamos mucho con él para que esté entretenido".
Con ellos también vive Nala, su perra Golden de 2 años, que necesita salir dos veces por día. "Ella también lo siente, estamos todo el día en casa. Y además los paseos ahora son cortos, la saco un ratito a la vereda a que haga sus necesidades y volvemos a entrar".
Como la familia es numerosa, realizan las compras cada 4 días, y aseguran haber gastado más dinero que antes de la cuarentena. "Somos más para almorzar todos los días y compramos cosas que no solíamos consumir. También usamos un poco más el delivery cuando no hay ganas de cocinar".
A diferencia de lo que ocurre con Florencia, para Cecilia la rutina se modificó por completo. Ella es acompañante terapéutica y desde que se suspendieron las clases no puede llevar a cabo sus tareas. "Estoy en casa desde el día previo a que se dictara la cuarentena, y sólo salgo para ir al supermercado", cuenta.
Para quienes tuvieron que frenar sus actividades laborales, al encierro se le suma la ansiedad por las preocupaciones económicas. "Si el aislamiento no se levanta voy a seguir sin trabajar, y no voy a cobrar, realmente no sé qué voy a hacer", se lamenta.
Mientras tanto, intenta ocupar el tiempo realizando actividades que antes no estaban entre las habituales: "Duermo y leo más, miro más series, hago talleres online, tomo clases de baile a través de las redes, hago más videollamadas, cocino más y como más sano", relata Ceci, a quien la soledad no le pesa.
Este miércoles, el presidente Alberto Fernández aseguró que el aislamiento obligatorio se extenderá, y tanto quienes viven solos como quienes lo hacen en familia coinciden en que lo que más se extrañan son los momentos compartidos con seres queridos. "No poder ver a mis hermanos, sobrinos, primos, amigos es duro", dice Flor, mientras que Ceci asegura: "lo que más me cuesta es no ver a mi familia y mis amigos, no poder ir a visitarlos, abrazarlos".