El Superclásico Boca-River, el más trascendental en 110 años, y que prometía ser una fiesta, terminó en una seguidilla de hechos violentos, escándalos y desprolijidades. Según publicó Clarín, después de cambiar dos veces el horario y deliberar si estaban dadas las condiciones para llevar adelante el partido, la Conmebol decidió posponerlo para hoy a las 17, donde se definirá al campeón de la Copa Libertadores de América.
Por estas horas, River deberá levantar la clausura de su estadio, por exceso de capacidad y obstrucción de salida. Aunque según aseguró al mismo medio, Ricardo Pedace, titular de la Agencia de Control Gubernamental de la Ciudad de Buenos AIres, "no habrá problemas para jugar". Sólo resta esperar a que Boca defina si quiere jugar bajo protesta o pedir los puntos.
Así como describen los periodistas Daniel Avellaneda y Maximiliano Benozzi, en su artículo, todo sucedió en pocas horas en Núñez: "La emboscada al micro del equipo visitante; el desborde del público local; la presión de la Conmebol para jugar o jugar; los gritos entre Daniel Angelici y Rodolfo D'Onofrio, que después terminaron dándose la mano; Pablo Pérez trasladado a una clínica y con un parche en el ojo cuando debía estar disputando la pelota en el medio campo; Gianni Infantino, mandamás de la FIFA, pidiendo razones 'valederas' para suspender el encuentro, como si todo el bochorno no hubiera sido suficiente". A eso se le sumaron los nervios de los hinchas que ya estaban en sus asientos, esperando una resolución, y los robos en calles aledañas al Monumental.
Con respecto a la lluvia de piedras, botellas y gas pimienta que sufrieron los futbolistas de Boca al ingresar al estadio, Clarín detalla que las sospechas se concentran en Caverna Godoy, uno de los líderes de la barra brava de River. "Son 15 vándalos los que armaron esto. ¿No los conocen? Saquémoslos del fútbol" aseguró a ese medio, D'Onofrio. Tras el violento episodio, hubo 16 detenidos y 40 demorados.
A lo largo de toda la jornada se filtraron videos desde los vestuarios del equipo xeneize donde se podía ver a los jugadores desencajados. "No estamos en condiciones de jugar", dijeron a los medios el secretario Christian Gribaudo y el vicepresidente, Darío Richarte.
Y en medio de todo ese contexto, se produjeron fuertes cruces entre los presidentes de ambos clubes, y Alejandro Domínguez, titular de la Conmebol, para definir los pasos a seguir. Es que por un lado, los dirigentes de Boca y River llegaron a la conclusión de que no se podía continuar, y por el otro, el organismo sudamericano, no quería suspender la final, por los costos económicos y políticos que implicaba hacerlo. La entidad se amparaba en los informes médicos que determinaban que las heridas eran superficiales.
Así, después de varias idas y vueltas, Domínguez anunció ante los medios: "(D'Onofrio y Angelici) firmaron un pacto de caballeros. Quiero felicitar a los presidentes porque en estas condiciones se desnaturalizaba el juego". Según cuenta Clarín, la jornada terminó con la noticia de que Pablo Pérez no podrá jugar, debido a las lesiones, el enojo de los jugadores de su equipo y el papelón mundial por la frustrada final a la que habían asistido periodistas de 22 países.