El ultraderechista Jair Bolsonaro ganó por amplio margen la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, pero deberá medirse con el izquierdista Fernando Haddad el 28 de octubre en segunda vuelta.
Con más del 95% de las urnas escrutadas, Bolsonaro, un excapitán del Ejército, de 63 años ,alcanza el 46,70% de los votos, frente al 28,37% de Haddad., designado candidato del Partido de los Trabajadores (PT) por el encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
En un hotel en el centro de Sao Paulo, donde Haddad dará su conferencia de prensa, se escucharon gritos de júbilo y alivio al divulgarse los sondeos.
En la explanada de los ministerios de Brasilia, los partidarios de Bolsonaro reaccionaron con desilusión.
Tras emitir su voto por la mañana en Sao Paulo, Haddad se dijo convencido de que habría segunda vuelta y empezó a tender puentes con otros candidatos.
La clave para que Haddad se acerque a los porcentajes de Bolsonaro reside en el centroizquierdista Ciro Gomes, que tenía 12,45% de los sufragios.
Bolsonaro y Haddad son los vencedores y al mismo tiempo los candidatos con mayor índice de rechazo.
Haddad, un exalcalde de Sao Paulo poco conocido en otras regiones, heredó una buena parte del electorado de Lula, sobre todo entre la población pobre que mejoró sus condiciones de vida bajo su gobierno (2003-2011).
Pero también heredó el odio que Lula inspira entre quienes le reprochan los escándalos de corrupción revelados por la Operación Lava Jato y la crisis económica en la que se sumió el país bajo el mandato de su heredera política Dilma Rousseff, destituida por el Congreso en 2016.
Durante la campaña, Haddad "se olvidó mucho del centro, que es fundamental. Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces precisa esos apoyos ya. Son tres semanas, una campaña cortísima, y más aún tiene que pensar en la gobernabilidad, estbleciendo compromisos con esos sectores", dijo André César, de la consultora Hold en Brasilia.
Bolsonaro, por su parte, recibió en la última semana apoyos de poderosos sectores, como los ruralistas y las iglesias evangélicas.
Pero debe lidiar con un historial de declaraciones racistas, misóginas y homófobas y con sus justificaciones de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985), que le valieron un amplio rechazo de mujeres y de las minorías.
En su último video en Facebook, prometió gobernar "inclusive" para los ateos y para los gays.
"Gobernaremos para todos, independientemente de su fe religiosa, inclusive para quien es ateo. Gobernaremos para todo el mundo, para los gays incluso, que hay gays que son padres, que son madres", afirmó.