Fernando Iglesias: "Una mitad de la Argentina, la más productiva y avanzada, subsidia eternamente a la otra, que es donde ganan ellos"

El Diputado Nacional de Juntos por el Cambio asegura que al justicialismo se le perdona todo y que Alberto Fernández "es tan malo" como Cristina Kirchner,

Fernando Iglesias, Diputado nacional del PRO. (Federico López Claro)
Fernando Iglesias, Diputado nacional del PRO. (Federico López Claro)

En la Argentina los peronistas llaman gorila al antiperonista y a quien sin serlo es crítico del peronismo. Fernando Iglesias es, desde ese punto de vista, el gorila más visible de la primera línea de la política. Contestón, insolente, chicanero, el diputado del PRO es uno de los más fervientes defensores del gobierno de Mauricio Macri, quien en 2017 pidió específicamente por él para que fuera incluido en la lista de candidatos por la ciudad de Buenos Aires.

En una entrevista que le concedió a Vía País en su despacho, Iglesias dijo que Alberto Fernández "es tan malo" como Cristina Kirchner y que ambos forman una dupla peronista típica, de un fanático y un cínico. Y afirma que "el gobierno de Cambiemos no fue un fracaso sino un éxito, y en muchos sentidos" y que será mirado así por la historia.

—¿Qué le parecieron estos 30 primeros días de gobierno de Fernández?

—Es muy ingenuo políticamente, por no decir malintencionado, apostar de nuevo al peronismo, pensar que el peronismo vuelve nuevo, que hará una cosa diferente de lo que ya hicieron. Por eso me asombra que haya gente que tenga fe en Alberto. Dicen: Alberto no es Cristina. Yo, la verdad, lo veo a Alberto tan malo como Cristina. Son la típica pareja peronista, conformada por un fanático y un cínico: Perón con Evita, Néstor con Cristina, Alberto con Cristina, Aníbal Fernández con Sabatella, Néstor con Scioli. Siempre es la misma combinación.

—¿Acá quién es el cínico y quién, el fanático?

Es claro que Cristina es la fanática y Alberto es un cínico absoluto. Uno ve las declaraciones que hizo respecto del caso Nisman, también lo escucha declararse desconsolado y desilusionado porque no sabía de la corrupción de los gobiernos de Néstor y Cristina, de los que fue jefe de Gabinete, y que le parecían una cosa terrible. ¿Quién se puede esperar algo de una persona que empieza así?

—¿Usted lo conoce personalmente a Fernández?

—Polemicé una vez en televisión y después nos hemos cruzado por Twitter. Es muy raro, porque se supone que él es el moderado y conciliador y yo soy el que rompe todas las formas. Me dijo diputroll, energúmeno, idiota. Están los tuits registrados. Publicó una foto de un chimpancé. Habría que avisarle al muchacho que una cosa es un chimpancé y otra cosa es un gorila. Pero los animalitos no son de su agrado. Al lado de su chimpancé, una foto mía, preguntándose cuáles son las diferencias, algo así. No me molesta tanto de él, porque no espero absolutamente nada de una persona como él, que ha pasado por todos. Quiere corrernos a todos por izquierda y resulta que fue candidato de Cavallo y con Menem estuvo a cargo del tema de seguros. Me asombra esta distorsión que hay de una parte importante de la sociedad argentina, que al peronismo le perdona todo.

Fernando Iglesias
Fernando Iglesias

—¿A Fernández le perdonan todo?

—Lo que pasó en plena campaña, con un video en que Alberto Fernández le pega a una persona que estaba borracha y con las manos detrás de la espalda, lo empuja con el hombro, lo tira al piso y lo patea en el piso, le patea los testículos, eso es el fin de cualquier carrera política. Si lo hubiera hecho Macri, era el fin de su carrera política. Pero al peronismo se le perdona todo. Siempre está la vara de Uganda para el peronismo y la de Suiza para los demás.

—¿Le molesta que le digan gorila? Hasta a Pinedo una vez le preguntaron y dijo: la verdad es que Iglesias es muy gorila.

—Forma parte de una vieja tradición fascista y totalitaria de negarles la dignidad humana a los adversarios. Los nazis les decían ratas a los judíos, a quienes exterminaron con un veneno para ratas, liendres y cucarachas que se llamaba ciclón. O gusanos, como llaman a los enemigos de la dictadura castrista. No creo que el peronismo tenga planes de eliminación de enemigos, pero cuando me gritan gorila les grito peronistas, que es un insulto más fuerte.

—¿Qué falló, que finalmente la sociedad no convalidó un segundo mandato de Macri?

—Estoy escribiendo sobre estos temas, un libro que creo que se va a llamar "Vamo' a volvé', el eterno retorno de la pesadilla peronista". Desde un cierto punto de vista, puede ser que no reelegir y no haber logrado muchos objetivos, sobre todo sociales, sea un fracaso. Pero veamos 2015: con 7% de déficit fiscal, atraso tarifario y cambiario monstruosos, déficit comercial, escaso poder político, minoría en ambas cámaras, ¿qué posibilidades había de que aquello no terminara, no en dos años malos como los que tuvimos [2018 y 2019], sino en una explosión política y social? Yo decía 50%. ¿Qué posibilidades de reelegir? Y, era muy difícil. Desde ese punto de vista, yo estoy en contra de considerar al gobierno de Cambiemos un fracaso: fue un buen gobierno, y un éxito en muchos sentidos.

—¿Pero qué fallo?

—Vivimos ahora en una república que demuestra que quienes no son peronistas pueden no solamente existir sino también ganar las elecciones y terminar el mandato. ¿Los errores? No quiero esquivarle al bulto: en una situación económica difícil se cometieron errores. Podemos discutir si se atrasó demasiado el tipo de cambio en 2017 o se tomaron medidas demasiado laxas, que terminaron con la devaluación de 2018. Ese fue el error principal. También, que fuimos demasiado optimistas, confiamos demasiado en el peronismo y en los gobernadores peronistas, que en el momento decisivo se fueron todos con ellos. Quizás yo hubiera preferido un tipo de comunicación y de discusión política mucho más fuerte. Pero son errores menores, los principales fueron económicos. Tuvimos un último año muy malo desde el punto de vista social. De todas maneras, Juntos por el Cambio 2019 sacó 2 millones de votos más que Cambiemos 2015 y mejoró en 23 de las 24 provincias. Pero el peronismo fue unificado y fue difícil de ganarle.

¿Había que haber incorporado más peronistas a Cambiemos?

Nunca me he opuesto, y faltaría más, a que al espacio se integren peronistas. Conozco muchísimos peronistas, incluido Monzó, con quien he tenido muy buena relación como presidente de la Cámara, o Pichetto. Ahora, otra cosa es que nos quieran meter un acuerdo con...

¿Con Massa?

No, Massa es un impresentable. Decía un acuerdo estructural con partidos, como el PJ. Yo siempre vi a Cambiemos y a Juntos por el Cambio como una expresión política de algo que está pasando en la sociedad, y en porciones cada vez más grandes. Hemos sido y queremos seguir siendo la expresión de algo que empezó en la lucha del campo en 2008; que siguió en 2012 cuando la gente salió a la calle a decirle basta a la corrupción, sí a una Justicia independencia y no a la Cristina eterna; siguió en 2015 con el asesinato de Nisman; y con la marcha del 1 de abril [de 2016] en apoyo en apoyo al Gobierno, cuando el Club del Helicóptero ya funcionaba. Tras la derrota en las Paso, la gente volvió a salir a la calle. Es una movilización permanente de ciudadanos argentinos, una rebelión antipopulista, por la república, por vivir en un país normal, pero que tiene muchos componentes económicos.

¿Cuáles?

Cuando uno ve el mapa político del país, es la camiseta de boca: todas las provincias amarillas del centro son aportantes netas al sistema; el norte feudal, el sur, que es un desierto, y el conurbano, son todas zonas subsidiadas por el resto. Una mitad de la Argentina, la más productiva y avanzada, subsidia eternamente a la otra, que es donde ganan ellos. Ahora, con el nuevo impuestazo que metieron, todavía más.