El noveno comicio presidencial ininterrumpido desde la recuperación democrática alumbrará esta noche al nuevo presidente argentino, si es que alguno de los candidatos supera el 45 por ciento de los votos necesarios para evitar el balotaje, principal hipótesis luego del escenario que quedó configurado tras las Paso del 11 de agosto.
Aquel resultado holgado e inesperado por su magnitud a favor del opositor Frente de Todos liderado por Alberto Fernández y Cristina Fernández incidió fuertemente en la campaña electoral que finalizó con la veda del viernes a las 8.
Esa etapa proselitista estuvo caracterizada por la ausencia de propuestas concretas y por un duelo "mano a mano" que se sintetizó en dos debates obligatorios de candidatos en los que hubo duros cruces entre Fernández y el presidente Mauricio Macri (Juntos por el Cambio), que aspira a la reelección.
Macri necesita hoy descontar una porción significativa de los más de 4 millones de votos de margen que le sacó Alberto Fernández en las primarias. Su objetivo es lograr que su principal oponente descienda del 49,5 por ciento de los sufragios positivos cosechado en las Paso a menos del 45. Si no lo hace, Fernández asumirá el poder el 10 de diciembre sin necesidad de una segunda vuelta.
El "milagro" electoral, como definió el propio oficialismo a la posibilidad de "dar vuelta la elección", depende de varios factores. El principal, aunque no el único, es subir la participación de votantes respecto de las Paso. Macri clamó porque esta elección sea la de mayor convocatoria desde 1983. En las Paso votó el 76,4 por ciento del padrón.
Pero el Presidente no sólo necesita que se sume gente a votar, sino que esa porción lo elija mayoritariamente a él. Eso ayudaría a que, al incrementarse la base de electorales, el porcentaje de Fernández descienda.
Lo que parece menos probable es que votantes que en las Paso eligieron al candidato peronista reviertan su voto hacia el macrismo. Casi todo empeoró en términos económicos para la población desde aquella elección. Y ese costo está cargado en la mochila del Presidente. Macri parte de una base de 32,9 por ciento de los votos positivos logrados en las Paso (en las generales, no se computan los nulos y en blanco).
En el oficialismo, además, aseguran que un efectivo esquema de fiscalización –ausente en las primarias– también le hará mejorar el desempeño al final del día. Por ahora son especulaciones. Esta noche se sabrá qué grado de verosimilitud tenían.
Luego del desánimo que ahogó al oficialismo las semanas posteriores a las Paso, en la Casa Rosada hay renovadas expectativas por el impacto que podrían tener en las urnas las contundentes movilizaciones de las marchas del "Sí, se puede", que culminaron el jueves con un masivo acto en Córdoba.
En filas albertistas, en tanto, hay optimismo de conservar el piso obtenido el 11 de agosto. El ánimo es de una mezcla de impaciencia y tensión por el día después y las señales que deberán darse si es electo jefe del Estado.
Los casi 34 millones de ciudadanos habilitados a sufragar en más de 100 mesas en todo el país harán en medio de una severa crisis económica que no encuentra su piso desde abril de 2018 cuando a la administración macrista se le cerraron las fuentes de financiamiento, lo que derivó en una sostenida y por momentos casi incontrolable presión sobre el dólar. En los últimos días, el país volvió a mostrar postales de largas colas en bancos y casas de cambio con gente de a pie buscando desprenderse de sus pesos.
En el cuarto oscuro, además de Macri-Pichetto y los Fernández, habrá otras cuatro propuestas presidenciales, aunque ninguna tiene chances reales de acercarse a los dos polos que ya en las Paso concentraron cerca del 85 por ciento de las preferencias.
Son los espacios de los binomios que integran Roberto Lavagna-Juan Manuel (Consenso Federal), que obtuvo 8,5% en las Paso; Nicolás del Caño-Romina del Pla (FIT-Unidad), con 2,9%; Juan José Gómez Centurión-Cynthia Hotton (Frente NOS), 2,7% y José Luis Espert-Jorge Rosales (Despertar), con 2,2%.
La clave: Buenos Aires
En paralelo a la disputa presidencial, en tres provincias hay renovación de autoridades: Buenos Aires, La Rioja y Catamarca. Además, hay comicios locales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Como de costumbre, la atención mayor se centra en en el territorio bonaerense, donde se descuenta el triunfo de Axel Kicillof (Frente de Todos). El resultado quedó semi sentenciado desde las Paso, cuando la actual gobernadora María Eugenia Vidal perdió por una diferencias de casi 20 puntos frente al exministro de Economía K. Revertir hoy aquel resultado asoma imposible para una de las principales dirigentes de Juntos por el Cambio en un distrito donde Macri muestra los peores números de popularidad.
Precisamente, la provincia de Buenos Aires es el lugar en el que Macri necesita imperiosamente mejorar los números respecto de las primarias. Es en ese territorio, en el que vota el 38 por ciento del padrón, donde una variación sí puede alterar o influir en el resultado general.
Juntos por el Cambio ganó sólo en Córdoba y Capital Federal en las Paso. Mejoras en estos distritos e incluso la suma de otras provincias que ahora podrían recuperarse (hay expectativas en Mendoza, Corrientes y Jujuy) no serán suficientes para inclinar la balanza general si en tierras bonaerenses no hay una mejora sustancial.
En un escenario previo por demás adverso para el actual oficialismo nacional, la elección en Capital Federal es en extremo importante para el macrismo. Allí, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta necesita superar el 50 por ciento de los votos para ser reelecto. De lo contrario, tendrá que disputar un balotaje con Matías Lammens, el novato aspirante del Frente de Todos.
En el PRO imaginan que ese distrito, de ser ganado, será el lugar desde donde quien hoy son oficialistas se refugiarán políticamente si les toca ser oposición desde diciembre.